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Huracán no deja de sorprender. Generalmente para mal, por lo que he llegado a pensar sobre un supuesto masoquismo. Y cuando hablo de Huracán hablo de todos. No como ese ente abstracto, sino del compendio que lo conforman: autoridades, socios, hinchas, jugadores y más…


Indigna ver a Huracán en el peor momento de su historia. Indigna verlo muerto anímicamente, anémico sin aparentes medicamentos que lo hagan resurgir. Indigna ver que se siguen cometiendo errores de primer grado. Y la dirigencia, de a poco, va sintiendo el rigor del hartazgo de la gente. Porque el supuesto orden institucional (tampoco había que hacer mucho para superar a la anterior comisión) choca de frente con la realidad del equipo. Y a decir verdad, el club “social y deportivo” que todos queremos es imposible de alcanzar cuando se hacen las cosas mal en materia futbolística.

Un conocido pensador del siglo XVIII acuñó el concepto de “voluntad general” para los cimientos de la política. El Pueblo legisla, quiere decir a grandes rasgos. Y si la gente decide, el presidente pasa a ser simplemente el representante de ellos.  Desde hace mucho tiempo que siento que en Huracán las decisiones se toman completamente alejadas del interés popular. ¿Quién de nosotros hubiera optado por Juan Amador Sánchez como técnico? ¿Quién habría inmolado durante casi un torneo entero a Apuzzo? ¿Quién habría insistido con Rivoira? Algo similar pasa con la elección del nuevo entrenador, que de más está decir que desde este espacio se le desea lo mejor, porque su suerte es la nuestra. Pero ¿Acaso Llop no era la última opción de cualquier hincha de la Bonavena, en comparación con los otros nombres que se barajaban? Entonces, de acuerdo a esta lógica, todos nos damos cuenta de que no hay un plan.  Se tiran manotazos desesperados. Voy a conceder una salvedad importante: no debe ser fácil conducir al club. El dinero de 13 mil socios sabe a nada, la plata de la TV la embargaron otros y a todos nos gustaría repatriar a Pastore. Eso sí, cuando pifiás en las elecciones de DTs y jugadores, el dinero alcanza mucho menos.

Es cierto de la desesperación y la impaciencia de la gente de la que tantos hablan. No hay por qué negarlo. Pero les aseguro que si no se dan señales, el cinturón va a explotar en algún momento.  ¿De qué señales hablamos? La de escuchar al hincha. Hasta hace un tiempo, el socio no tenía voz por una conducción autoritaria; hoy por hoy, el socio tiene voz pero no sirve de mucho; se lo escucha poco y nada. Las decisiones (y elecciones) que se toman hablan a las claras de eso. Se decide todo a contramano de lo que queremos.

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